Un Hecho Asombroso: Un placebo es una pastilla que contiene una sustancia inerte, como azúcar o almidón, que sustituye a un medicamento para aliviar a una persona con enfermedades imaginadas o para usarse como un control para evitar posibles prejuicios cuando se hacen pruebas de nuevos medicamentos. Aunque los individuos tomando el placebo no van a experimentar ninguno de los beneficios ni efectos secundarios de la medicina, muchos pacientes han reportado mejorías dramáticas, basadas en la creencia de lo que la droga a prueba haría por ellos. En realidad, los médicos han administrado placebos a pacientes diagnosticados con enfermedades incurables en un intento de inducir una mejoría temporera - y a veces hasta permamente- fundamentada en su confianza en el doctor o el medicamento.
Un estudio efectuado por el Dr. Henry Knowles Beecher en 1955, reportó que 35% de más de 1,000 pacientes en la prueba reportaron que sus condiciones mejoraron después de recibir los placebos. Los científicos no pueden explicar completamente este fenómeno, pero una teoría vincula la fe del paciente en una cura con la liberación de sustancias químicas en el cerebro que podrían promover la curación.
Un amigo que conoce cuánto disfruto de jugar tenis, recientemente me regaló una raqueta de $200. Creo que la compró con un 75% de descuento, pero de todos modos yo esperaba ponerla a prueba. De hecho, pensé, “Ahora sí voy a ganar porque tengo esta raqueta de $200.”
En efecto, gané los tres juegos la próxima vez que jugué. Después, cuando estaba guardando la raqueta, descubrí que había sacado del bolso la raqueta equivocada. Había colocado la raqueta vieja en el bolso nuevo y no me percaté al sacarla para jugar. Pensé que estaba jugando con la raqueta de $200, así que jugué mucho mejor, pero todo el tiempo había estado usando la misma raqueta vieja de $39 que tenía anteriormente.
Sin lugar a dudas, hay mucho poder en la fe. Los oradores motivacionales a los que les pagan miles de dólares diarios para inspirar a los vendedores de grandes compañías están muy conscientes de esto. Lo llaman “poder del pensamiento positivo”, otra forma de decir que las creencias firmes de una persona pueden influenciarlo a hacer cosas extraordinarias.
La Biblia también promete grandes cosas para los que tienen fe. Pablo dice en el Nuevo Testamento, “ porque por gracia habéis sido salvos por la fe” (Efesios 2:8). Y Habacuc 2:4 nos dice que “el justo vivirá por su fe.”
¿De qué tipo de fe nos habla la Biblia en estos versículos? ¿Nos puede salvar el pensamiento positivo? ¿Es suficiente decirnos a nosotros mismos repetidamente que seremos salvos, hasta que eventualmente comencemos a creer que es cierto?
Dios no da lugar a la duda. Mientras estudiamos Su palabra encontramos que no hay mérito especial en tener una creencia que es meramente una afirmación mental. El apóstol Santiago llama a esto la fe de los demonios. En la iglesia antigua, algunos decían que lo único que necesitamos para ser salvos era expresar la creencia de que Jesús es el Cristo. Sin embargo, Santiago les dijo que la fe genuina siempre produce frutos: “Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré mi fe por mis obras.Tú crees que Dios es uno. Haces bien. También los demonios creen, pero tiemblan” (Santiago 2:18-19). El diablo ha visto a Dios, ha caminado en el cielo y ha escuchado el canto de los ángeles. Por esto, su creencia en Dios es mucho mayor que la suya o la mía. Pero obviamente, esa no es la clase de fe salvadora de la que habla la Biblia.
Por otro lado, no somos salvos por fe en lo que nosotros mismos podemos hacer. Juan 3:16 nos dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que crea en sí mismo...tenga vida eterna”. No, no es fe en nosotros mismos ni fe en el poder de la fe. Somos salvos por fe en Cristo y lo que Dios puede hacer en nosotros a través de Él.
Suficiente Fe
La Biblia nos habla mucho sobre esta fe salvadora. De hecho, la palabra “fe”es mencionada 231 veces, 229 de éstas en el Nuevo Testamento. Confío en que, según exploremos algunas de las varias facetas de la fe salvadora, aprendamos no sólo a reconocerla, sino cómo cultivarla en nuestras propias vidas.
Cuando Jesús vino al mundo encontró una gran falta de fe entre su pueblo. Preguntó a sus discípulos, “Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno,¿no hará mucho más por vosotros hombres de poca fe? (Mateo 6:30). La frase “hombres de poca fe” reaparece de nuevo cuando Cristo hablaba a la multitud. Ellos permitieron que los afanes de este mundo y sus ideas preconcebidas del Mesías, nublaran su visión de lo real y verdadero y limitaran su fe.
Sólo he encontrado dos ocasiones en los Evangelios donde Jesús reconoce a alguien por su gran fe. El primero fue un soldado romano que declaró, “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Sólo di la palabra y mi asistente sanará” (Mateo 8:5-13). La segunda persona fue la mujer de Canaán que suplicó a Jesús que sanara a su hija (Mateo 15:21-28). Es interesante que ninguna de estas dos personas eran miembros de “la iglesia”. Eran gentiles de naciones vecinas.
Aún los seguidores más cercanos de Cristo no estuvieron inmunes a ser reprendidos por su “poca fe”. En Mateo 8:23-27, encontramos la historia de Jesús y sus discípulos en una barca sobre el Mar de Galilea. Cuando sobrevinó una gran tempestad, los discípulos fueron presas del pánico, mientras Jesús dormía confiando plenamente en Su Padre.
¿Cuántos de nosotros estaríamos atemorizados al estar a merced del viento en un barco azotado por las olas mar afuera? Puedo entender sus sentimientos porque me he encontrado en embarcaciones mayores que las de ellos durante tormentas y no es gracioso. Cuando estamos lejos de la orilla y hace frío y el cielo y el mar están oscuros, nos empezamos a sentir como pequeños y vulnerables mortales, aún estando en un gran barco.
Cuando los discípulos despertaron a Jesús en busca de una explicación a la situación, deben haberse sorprendido por su respuesta. Les preguntó: “ ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió al viento y al mar y vino una completa calma” (Mateo 8:26).
A menudo, Cristo reprendía a sus discípulos por su poca fe, lo que significa que hay esperanza para nosotros. Aún con poca fe, Dios puede hacer mucho.
Uno de los versículos más hermosos y reconfortantes de la Biblia, expresa precisamente cuánta fe necesitamos para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas. Nos dice Jesús, “Porque os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Pásate de aquí para allá y se pasaría. Y nada os será imposible” (Mateo 17:20). ¡La semilla de mostaza es una de las semillas más pequeñas y aún así esa cantidad de verdadera fe puede mover montañas!
Fe Genuina
Aunque Jesús siempre trató pacientemente con aquellos que tenían poca fe, reprendía con firmeza a los que trataban de encubrir su falta de fe con una apariencia externa de piedad. En Mateo 23, Jesús reprocha siete veces a los líderes religiosos judíos por sus fingimientos hipócritas.Y en el Sermón del Monte, expresó claramente que aquellos hombres oraban, ayunaban y daban sus ofrendas meramente porque les preocupaba lo que otros pensaban de ellos. Hacían buenas obras, no por que tenían fe o deseaban agradar a Dios, sino porque querían ser vistos por los hombres.
Las manifestaciones falsas de fe son uno de los mayores obstáculos para la conversión del mundo. Los cristianos necesitan demostrar la fe sincera y genuina que Pablo nos describe en 1 Timoteo 1:5: “El propósito de este mandato es el amor nacido de un corazón limpio, de buena conciencia y de una fe no fingida” . Cuando comenzamos a demostrar esta fe auténtica y empezamos a utilizarla, veremos muchas más conversiones a la verdad. La gente desea ver cristianismo con credibilidad.
Jesús compara esta fe genuina con la confianza completa y total del niño. Dice en Marcos 10:15, “Os aseguro, el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Nuevamente en Mateo 18:3, declara, “Os aseguro, que si no cambiáis y os volvéis como niños, jamás entraréis al reino de los cielos.”
¿Qué es lo que Jesús consideraba tan importante sobre la actitud de un niño? Si usted ha estado cerca de los niños, sabe cuánto confían en los adultos en sus vidas. Recuerdo la historia de un padre y su hijita que caminaban al lado de un gran charco. Era tan liso que veían el cielo reflejado perfectamente en el agua. Tratando de mantener a la niña lejos del agua, el padre le dijo, “No pises ahí o te caerás dentro del cielo.” Su método funcionó y la niña se mantuvo fuera del agua.
Dios no nos cuenta historias fantásticas para alejarnos de los problemas, pero desea que confiemos en Él, aunque no entendamos sus métodos.
Esto es lo que Corrie ten Boom, una anciana con fe de niña, dijo: “Si todas las cosas son posibles con Dios, entonces todas las cosas son posibles para aquel que cree en Él.” Necesitamos tener esa clase de fe.
Fe Confiada
Otro aspecto de la fe genuina y salvadora es que confía. Cree firmemente que Dios puede hacer lo que dice. En Marcos 11:22-23, “Jesús respondió: Tened fe en Dios. Os aseguro que cualquiera que diga a este monte: ‘Quítate y échate en el mar', sin dudar en su corazón, sino creyendo que será hecho lo que dice, lo conseguirá.”
Este es un pasaje muy asombroso. Es como si Dios removiera las condiciones y nos diera una promesa sin límite. La Biblia dice en Santiago 1:5-6 que cuando oramos, debemos hacerlo creyendo que Dios honrará nuestro pedido. Si usted pide y ora con fe conforme a la voluntad de Dios, puede esperar que se cumpla su solicitud.
Josué debe haber creído esta promesa cuando luchó con los amorreos durante la batalla en Gilgal. Israel estaba ganando la batalla, pero la noche se acercaba. “Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel y dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón. Y tú, Luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos....Y el sol se paró en medio del cielo y no se apresuró a ponerse casi un día entero. Nunca hubo un día tal, ni antes ni después de aquel, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre, porque Jehová peleaba por Israel” (Josué 10:12-14).
Frecuentemente me pregunto lo que pasaba por la mente de Josué cuando hizo esa oración atrevida diciendo, “Sol, detente; luna, no te muevas.” A veces estamos dispuestos a orar sólo si tenemos al menos 75% de probabilidad de éxito. ¿Puede imaginar la fe que debe haber tenido Josué en su alma cuando pidió que el sol se detuviera? ¿Cómo se atrevería alguien a pedir que la tierra deje de girar en su eje? Obviamente, la fe genuina de Josué era de las que mueven montañas.
Fe Victoriosa
Cuando creemos que Dios hará lo que dice, también creeremos que puede darnos una experiencia espiritual victoriosa. Con frecuencia, la Biblia representa nuestro caminar espiritual como una batalla. Pablo nos dice en 1 Timoteo 6:12: “Pelea la buena batalla de la fe. Echa mano de la vida eterna.” Uno de los elementos más importantes de cualquier estrategia de batalla es creer que podemos ganar. Todos necesitamos esta clase de fe combatiente.
Antes de ser cristiano, el boxeo me intrigaba. Mi hermano y yo teníamos guantes y solíamos boxear un poco cuando eramos jóvenes. También disfrutaba viendo las peleas de boxeo y algo que notaba era que antes de una pelea importante, los boxeadores siempre mostraban confianza extrema en que ganarían. Sabían que si no confiaban completamente en su victoria, ya habían perdido el combate.
Asimismo, usted y yo debemos creer, con la confianza que nace de la entrega y la humildad, que podemos ganar a través de Cristo. No podemos ser como los espías malvados que regresaron con un informe malo de la tierra de Canaán. Después de ver la gente de aquella tierra, dijeron, “No somos capaces de conquistarlos. No somos capaces.” ¿Y saben qué? No fueron capaces y murieron en el desierto.
Sin embargo, Josué y Caleb creían en Dios y dijeron, “Subamos enseguida, que más podremos nosotros que ellos” (Números 13:30). Cuarenta años más tarde, estos dos hombres fieles fueron los únicos entre toda la población original adulta de Israel que entraron a la Tierra Prometida -¡porque creyeron que con Dios podían vencer!
También necesitamos comprender el arma que Cristo nos ha dado para nuestras batallas espirituales. Efesios 6:17 nos dice que debemos usar “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” Para lograr la victoria al pelear esa batalla de la fe, debemos utilizar la espada de doble filo de la Palabra de Dios. Cuando Jesús fue tentado en el desierto (Mateo 4), hizo frente a cada prueba de Satanás con las palabras, “Escrito está.”
Curiosamente, la misma arma que usamos en la batalla de la fe, aumenta también nuestra propia fe. Romanos 10:17 señala, “La fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Cristo.” Así que, si desea obtener más de esa fe para la lucha, usted necesita leer la Palabra de Dios.
Cuando usted cree en el poder de Cristo y lucha con las armas correctas, pueder ser verdaderamente victorioso. Muchas veces nos perdemos milagros en nuestras propias vidas por no confiar en la ayuda de Dios. La Biblia dice: “Todo el que nace de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5: 4-5). Jesús nos dice que todas las cosas son posibles cuando creemos. Esta es la fe victoriosa.
Fe Paciente
A veces la prueba que más desafía a nuestra fe es cuando las cosas no suceden de acuerdo a nuestro plan o itinerario. Nos impacientamos con Dios y nos cansamos de esperar que tome acción. En ocasiones, la gente pide a Dios que conteste una plegaria y, aunque creían cuando inicialmente pidieron, su fe se seca si la respuesta no llega pronto.
En Mateo 25:1-13, Cristo cuenta la parábola de 10 vírgenes que esperaban al novio. Como éste no llegaba, la luz de las lámparas de cinco de las mujeres se apagó. Sin embargo, Jesús dijo, “El que persevere hasta el fin, ése será salvo” (Mateo 10:22).
Pienso que lo que la iglesia debe temer ahora más que nada es el periodo de demora en el que vivimos. Varias historias de la Biblia ayudan a ilustrarlo. Cuando Moisés tardó en bajar de la montaña, la gente perdió la fe. Cuando Samuel demoró, Saúl perdió su fe (y finalmente su reino) porque no tuvo suficiente paciencia. Cuando Jesús oraba en el jardín, los discípulos se durmieron.
Durante estos episodios de tardanza es cuando nuestra fe realmente se pone a prueba. Es por esto que necesitamos la clase de fe que perdure y necesitamos orar persistentemente para que permanezca -no por un tiempo corto, sino hasta el fin. Cuando Elías oraba pidiendo lluvia después de tres años y medio de sequía, ¿por cuánto tiempo rogó? Hasta que llovió.
Tal vez usted ha estado orando por algún ser amado y su fe ha empezado a evaporarse. No se dé por vencido. La Biblia nos dice que una de las facetas más importantes de la fe es la fe paciente y perseverante que no se rinde (Santiago 1:3). Quizás ha estado luchando por conseguir un empleo o ha estado buscando un compañero enviado por Dios o un socio de negocios. No importa cuál sea la situación. Continúe orando.
Recuerdo haber leído sobre George Mueller, quien oró persistentemente para que el Señor salvase a sus familiares y amigos. Uno a uno, vinieron a Cristo. Oró durante 50 años por un amigo y al momento de la entrevista esa persona todavía no se había entregado al Señor. Pero Mueller dijo que sabía que Dios iba a contestar su plegaria. Esta afirmación reveló muchísima fe. Incidentalmente, el individuo entregó su alma a Cristo en el funeral de Mueller.
No hay Razón para Temer
El ministro metodista, John Wesley estuvo por años en la iglesia, pero no se había convertido. Un día, abordó un bote junto a un grupo de cristianos de Moravia. Enfrentaron una terrible tormenta en alta mar. Todos los marineros estaban en cubierta mientras el navío se sacudía violentamente en las olas. El agua entraba al bote y las velas se desgarraban. Aún así, estas familias permanecían en paz cantando himnos.
Wesley, agarrándose al costado del barco, preguntó, “¿No tienen miedo?” Uno de ellos respondió, “No, no tengo miedo.” “Bueno”, volvió a preguntar Wesley perplejo, “¿las mujeres y los niños no sienten miedo?”
El hombre contestó: “No. No tenemos miedo a morir. Nuestras vidas están en las manos de Dios.” En ese momento Wesley se convenció de que realmente no tenía fe en Dios.
Los cristianos que tienen genuina fe confían en Dios, a pesar de las circunstancias externas. Saben que no tienen nada que temer porque Él está en su trono. Pida hoy a Dios que aumente su fe para que Él pueda realizar cosas aún más grandes en su vida.