Un Hecho Asombroso: A los “bumblebees”(abejorros, en español) originalmente se les llamaba “humble bees” (en inglés, “humble” significa humilde) porque generalmente son buenos y rara vez pican. Los niños de los pioneros intentaban decir “humble bees/abejas humildes”, pero se confundían y decían “bumble bees.” Debido a los movimientos torpes de las abejas adultas, se continuó llamándolas así.
Los abejorros son unos de los pocos insectos capacitados para controlar su temperatura corporal. En climas fríos, las reinas y los zánganos pueden hacer temblar sus músculos de vuelo para calentarse. Sus cuerpos grandes y velludos les ayudan también a conservarse abrigados, permitiéndoles trabajar en climas fríos y temperaturas más bajas, algo que la mayor parte de otros insectos trata de evitar.
Los ingenieros de aviación han estudiado a los abejorros y determinaron que es aerodinámicamente imposible que puedan volar debido a sus pequeñas alas y cuerpos gordos. Pero los abejorros ignoran estos informes y continúan volando.
Mientras escribo, me he estado hospedando en un hotel por unos días. Anoche di mil vueltas al acostarme, tratando inútilmente de conciliar el sueño en la cama del hotel. En el proceso de moverme y voltearme, se salieron las sábanas y pude ver la marca del colchón: “Perfect Sleeper” (el durmiente perfecto). Extraño, pues no puedo decir que dormí perfectamente.
En un mundo tan perfectamente imperfecto, la mayor parte de la gente ha tenido que aceptar que perfecto no siempre significa sin defecto. Pero Jesús dijo, ”Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48).
¿Qué quiere decir Jesús cuando nos pide que seamos perfectos? Después de todo, todos repiten “nadie es perfecto” -¡muchísimo menos como nuestro Padre celestial! Este pasaje en Mateo ha sido fuente continua, tanto de irritación como de inspiración, para varios grupos cristianos y causante de mucho debate.
Frecuentemente, la frase “cristiano perfecto” conjura imágenes de humanos que han logrado el status de robots santificados, estériles y de acero inoxidable con un cable directo al cielo a través del cual reciben señales divinas.
A primera vista, podríamos asumir que Jesús nos ha pedido que seamos androides santos y angelicales, no humanos, pero una mirada más de cerca nos da una imagen más clara. La palabra “perfecto” aparece 42 veces en el Nuevo Testamento y usualmente es traducida del griego “teleios”. El diccionario Strong lo define como “completo en el trabajo, crecimiento, carácter mental y moral, de edad madura.” He aquí otros ejemplos donde es usado “teleios”:
• “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad” (Juan 17:23).
• “Así, todos los que somos perfectos, sintamos esto mismo” (Filipenses 3:15).
• “Si alguno no ofende en palabras, es varón perfecto” (Santiago 3:2).
La palabra “perfecto” aparece unas 57 veces en el Antiguo Testamento y usualmente es traducida de la palabra hebrea “tamiym”, que el diccionario Strong define como “entero, integridad, verdad, sin mancha, completo, lleno, sinceramente, sano, sin tacha, recto, cabal, total.”
• “Noé fue un varón justo y perfecto entre los de su tiempo” (Génesis 6:9).
• “Yo Soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1).
• “Perfecto serás ante el Señor tu Dios” (Deuteronomio 18:13).
El TemaTabú
El tema de la perfección cristiana es un asunto teológico tan volátil que la mayor parte de los predicadores rehusa aventurarse a tratarlo. Si un ministro es tan osado que admite su creencia de que Dios desea que dejemos de pecar, se convierte de inmediato en blanco de la siguiente pregunta: “¿Ha dejado usted de pecar?”
Pues aquí voy yo: Creo que Dios quiere que dejemos de pecar. “¿Pastor Doug, ha dejado usted de pecar?”
No. Pero me encuentro en buena compañía. Pablo también confesó que no lo había logrado. ”No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago, olvido lo que queda atrás, me extiendo a lo que está delante y prosigo a la meta, al premio al que Dios me ha llamado desde el cielo en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).
Además, no vamos a interpretar la verdad basándonos en mi experiencia personal, o la de nadie más. La idea de que somos salvos con nuestros pecados y no en última instancia de nuestros pecados ha surgido de la tendencia popular de interpretar la Biblia de acuerdo al consenso de la mayoría.
He escuchado a cientos de personas decir que piensan que los políticos mienten regularmente - tanto como si fuera parte de la descripción de su cargo. Muy a menudo, cuando vamos a votar, elegimos al mentiroso que más nos agrada.
Del mismo modo, como hay tantos cristianos impostores, mucha gente ha llegado a pensar que el concepto de cristiano perfecto es tan remoto como encontrar un político honesto. Sin embargo, el Señor ha hecho claro que aunque la obediencia consistente es poco común, es posible.
“Yel Señor dijo a Satanás: ¿Has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job:2:3). “Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos la hallan” (Mateo 7:14).
Como hay tantos fracasos e imperfecciones en el mundo y en la iglesia, muchos concluyen que Dios se conforma conque los santos lleven halos deshonestos hasta que Jesús venga. Pero creo que, aunque no somos llamados a ser robots, somos llamados a rendirnos totalmente, a la entrega perfecta.
Me gusta la forma en que el Dr. A.J. Gordon lo expresa: “Tememos seriamente que muchos cristianos hagan de la palabra de los apóstoles ‘Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos', una justificación inconsciente para llevar una vida cristiana pobre. Casi sería mejor para uno, el exagerar las posibilidades de santificación en su ávida búsqueda de la santidad, que minimizarlas en una actitud de satisfacción y complacencia con la tradicional falta de santidad. ...Si consideramos como herejía la doctrina de perfección sin pecado, consideramos que la satisfacción con la imperfección pecaminosa es una herejía mayor.”
¿Dios desea Perfección?
¡Por supuesto que sí! ¿Cómo puede un Dios perfecto y santo estar complacido con una norma imperfecta? ¿O como puede un Creador perfecto, que originalmente hizo una creación perfecta, estar satisfecho con una creación imperfecta? Aquí está la próxima pregunta: ¿Tolera Dios la imperfección en ocasiones? ¡Una vez más, claro que sí! De otro modo, nos destruiría a usted y a mí ahora mismo. Toda la humanidad sería instantáneamente aniquilada si Dios no tolerara, al menos temporalmente, la imperfección. ¡Aunque es perfectamente claro que Dios no vino a condenar a los pecadores, tampoco vino a condonar el pecado!
¿Recuerda la historia en el evangelio de Juan sobre la mujer atrapada en adulterio? De acuerdo a la ley, debería ser apedreada. Muchos piensan que era María Magdalena y que este era su primer encuentro con Jesús.
Mientras ella temblaba ante Jesús esperando su sentencia, Jesús escribía en el polvo. Uno por uno, sus acusadores se fueron.
Cuando Jesús se levantó y únicamente vio a la mujer, le dijo, “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” (Juan 8:10).
Creo que ella vio amor y compasión en el rostro de Jesús. Ella creyó en Su gracia y la recibió cuando Él le dijo, “Ni yo te condeno.” Pero para que no interpretemos mal la naturaleza mortal del pecado, Él claramente añadió, “vete y no peques más” (versículo 11).
¿Nos pide Jesús que seamos libres de pecado? Absolutamente. Jesús nunca puede pedir menos que eso. El pecado era la enfermedad que destruía a María. ¿Qué desearía usted que dijera Jesús? “¿Ve y peca un poco menos” o “Vete y reduce tu vida de pecado?” Jesús no vino a salvarnos con nuestro pecado, sino de nuestro pecado (Mateo 1:21) -esto significa de las consecuencias, del castigo, el poder y fundamentalmente, de la presencia del pecado.
Verdadero Arrepentimiento
Algunos dicen que cuando Jesús dijo a María, “Ni yo te condeno; vete y no peques más” esto era prueba de que la ley se abolió. ¡Pero lo que ocurrió fue lo opuesto! “El pecado es la transgresión de la Ley” (1 Juan 3:4). Jesús le estaba diciendo a María, “Yo tomaré tu castigo porque te amo. El pecado te lastima a ti y a mí. Seré el sacrificio en tu lugar, vete y no peques (no quebrantes la ley) más.
Pero en las Escrituras, el arrepentimiento genuino reclama consistentemente tristeza por el pecado y el abandono del mismo como condición para recibir la misericordia. “El que encubre sus pecados, no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). “Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1:9).
Sara era una cristiana maravillosa que tuvo una relación profunda con el Señor. Pero su hermano George era la proverbial oveja negra de la familia. Su vida egoísta era la antítesis de la generosa conducta de su hermana. George tenía un problema severo de alcoholismo. Tras largos años de abuso, su cuerpo comenzó a rebelarse a causa del consumo continuo y sus riñones empezaron a fallar. Los doctores le dijeron a Sara que sin un trasplante de riñón, seguramente George moriría pronto y que por su prolongado historial de abuso de alcohol no cualificaría para estar en lista de espera. Ella preguntó a los médicos si podía donar uno de sus riñones a su hermano. Estos respondieron, “Si tu tipo de sangre es compatible puedes hacerlo. Pero esta es una operación costosa y cuestionamos si es prudente poner tu vida en riesgo por una persona con hábitos tan autodestructivos.”
Resultó que los tipos de sangre eran compatibles, pero George no tenía seguro, así que Sara hipotecó rápidamente su casa y prometió pagar el resto. Con cierta insistencia, pudo finalmente convencer al hospital de efectuar la operación.
El trasplante fue exitoso para George, pero Sara sufrió algunas complicaciones trágicas. Una severa reacción alérgica a la anestesia la paralizó de la cintura hacia abajo después de la cirugía. Sara pudo tomar con valentía la trágica noticia cuando le dijeron que su hermano se recuperaba muy bien. Ella dijo,“Si puedo comprar algunos años más de vida a mi hermano para que encuentre al Salvador, habrá valido la pena, aunque yo no pueda volver a caminar.”
Aquí está la razón de este relato. ¿Cómo cree que Sara se sintió cuando su hermano no fue nunca a agradecerle su costoso sacrificio? ¿Y cómo cree que se sintó Sara al enterarse de que lo primero que hizo su hermano al salir del hospital fue irse a celebrar a una barra?
La mayor parte de la humanidad acepta gustosamente las bendiciones de Dios y luego las desperdicia egoístamente como el hijo pródigo. ¿Pero cómo piensa usted que Jesús se siente cuando un cristiano profeso se aleja de Su presencia luego de recibir misericordia y vida y regresa a lo mismo que tanto sufrimiento le costó a Él para salvarnos? Cuando vemos y entendemos algo sobre lo que nuestros pecados le costaron a Cristo, nunca más desearemos abrazar al monstruo que destrozó a nuestro Señor.
Jesús no vino a morir en la cruz para comprarnos una licencia para seguir pecando. Vino a salvarnos del pecado. Ese amor es el poder que nos capacita para alejarnos del pecado. “¿O menosprecias la riqueza de su bondad, paciencia y generosidad, ignorando que su bondad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4).
Setenta veces Siete
El que nosotros podamos repetir los mismos errores y recaer en el mismo pecado más de una vez, no significa que Dios nos haya desamparado. Evidentemente, María Magdalena tuvo la misma lucha.
“También algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios” (Lucas 8:2). Esto no quiere decir que Jesús sacó los siete demonios de una vez, sino que siete veces ella regresó a los viejos hábitos pecaminosos y Él volvió a perdonarla. “Porque siete veces cae el justo y se vuelve a levantar; pero los impíos se hunden en la desgracia” (Proverbios 24:16).
No se desanime si, como María, usted se encuentra arrepintiéndose de los mismos errores varias veces. Dijo Jesús, “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, amonéstalo. Si se arrepiente, perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti y siete veces al día se vuelve a ti y te dice: ‘Me arrepiento', perdónalo” (Lucas 17: 3,4).
“Entonces Pedro se acercó y le preguntó:‘¿Señor, cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano, si peca contra mí? ¿Hasta siete?' Respondió Jesús: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21,22). Si Dios nos pide que nos perdonemos siete veces al día o setenta veces siete, ¿hará Él menos por nosotros? Dios nos perdonará cada vez que mostremos arrepentimiento sincero.
Pero existe el peligro de que lleguemos al punto de presumir de Su gracia y que al abusar de Su perdón, endurezcamos nuestros corazones. “Si voluntariamente seguimos pecando después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:26).
Los primeros versículos de Romanos 6 añaden, “¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
Se requiere esfuerzo para negarnos a nosotros mismos y vivir la vida cristiana. Dice la Biblia que nosotros batallamos, luchamos, corremos, peleamos y nos esforzamos. Pero la pelea es la buena batalla de la fe. Debemos luchar para confiar en el plan de Dios y su voluntad para nosotros antes que en la nuestra. Debemos esforzarnos para permanecer cerca de Jesús. María se sentía segura cuando estaba con Jesús. “Todo el que permanece en Él, no sigue pecando” (1 Juan 3:6).
Los Cristianos siguen a Cristo
A fin de cuentas, Jesús vino a este planeta por tres razones principales. Primero, a mostrarnos al Padre (Juan 14:9,10). Segundo, a morir como nuestro sustituto por nuestros pecados (1 Corintios 15:3; 1 Juan 4;10). Y tercero, para darnos un ejemplo de cómo ser victoriosos. Note las formas en que somos invitados a reflejar a Jesús:
• “Como me envió el Padre, también os envío yo” (Juan 20:21).
• “Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21).
• “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
• “Soportaos y perdonaos unos a otros, si alguno tuviera queja del otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también perdonaos mutuamente vosotros” (Colosenses 3:13).
• “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros. Que os améis así como yo os he amado” (Juan 13:34).
Somos enviados al mundo como lo fue Jesús, llamados a caminar como Él, hacer como Él hizo, perdonar como Él perdonó y amar como Él amó. A la luz de estos principios ¿por qué un cristiano profeso resistiría la verdad cuando somos llamados a ser santos (perfectos) como lo es Él?
Muchos podrían alegar que no soy más que un perfeccionista. Una vez más, no reclamo ser perfecto, pero cada cristiano es seguidor de un Salvador perfecto. Jesús nos dejó un perfecto ejemplo. Y tan pronto como decimos que Dios no puede evitar que pequemos, nos aventuramos a un terreno peligroso. En esencia, estamos manifestando. “Satanás tiene suficiente poder para tentarme a pecar, pero Jesús no es suficientemente poderoso para alejarme del pecado.” Aún así, la Biblia me dice “el que está con vosotros es mayor que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Aquel que intenta justificar su pecado, niega su justificación. El punto central de la misión de Jesús fue salvarnos del castigo y el poder del pecado. “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
La tarea indiscutible del maligno es tentarnos a pecar y Jesús vino a destrozar las ataduras que nos atan y a liberar a los cautivos (Isaías 61:1).
Obediencia Constante
Si realmente piensa acerca de esto, todos obedecen a Dios parte del tiempo -al menos mientras duermen. Pero el Señor está buscando a un pueblo que le obedezca persistentemente. Por esto le dijo a Moisés, “¡Ojalá que me reverencien y guarden todos los días, todos mis Mandamientos! ¡Así les irá bien a ellos y a sus hijos para siempre!” (Deuteronomio 5:29). Observe que el Señor pide que guardemos todos sus preceptos siempre -no para que seamos miserables, sino para nuestra máxima felicidad y la de nuestros hijos.
El rey Darío le dijo a Daniel, “Tu Dios, a quien tú continuamente sirves, te libre” (Daniel 6:16). Recuerde que los que obedecen fielmente a Dios, son a menudo los últimos en saberlo. (De hecho, trate de evadir a los que hacen alarde de su llamada perfección).
Además, cuando Daniel tuvo una visión de Dios, dijo “Quedé sin fuerza y desfallecí, sin retener vigor alguno” (Daniel 10:8). Esto es porque mientras más nos acercamos a la luz de Dios, más notamos nuestras imperfecciones.
Una de mis escritoras cristianas preferidas lo expresa mejor: “Un rayo de la gloria de Dios, un resplandor de la pureza de Cristo que penetre en el alma, hace dolorosamente visible toda mancha de pecado y descubre la deformidad y los defectos del carácter humano. ...Se aborrece a sí mismo viendo el carácter puro y sin mancha de Cristo.”
Promesas con Poder para Obedecer
La Biblia está colmada de “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguemos a participar de la naturaleza divina y nos libremos de la corrupción que está en el mundo por causa de los malos deseos” (2 Pedro 1: 4).
Estas son solamente algunas de ellas:
• “Considera al íntegro, mira al justo, porque hay un porvenir dichoso para él” (Salmos 37:37).
• “Pero Dios que nos ama, nos ayuda a salir más que vencedores en todo” (Romanos 8:37).
• “Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre al triunfo en Cristo Jesús, y por nuestro medio manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento” (2 Corintios 2:14).
• “Por eso Jesús puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
• “A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin falta ante su gloria, con gran alegría” (Judas 1:24).
• “Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres y nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11,12).
Aquellos que rehusan creer que podemos vivir vidas victoriosas están acusando a Dios de una injusticia crasa y cruel: Pedirnos que hagamos lo imposible para luego castigarnos por no hacerlo. Esto sería como si un padre le pidiera a su hijito de tres pies de alto que tocara el techo de siete pies y mientras el pequeño se sube a la punta de sus pies, el padre lo tumba al piso y le grita, “¡Te dije que tocaras el techo y me desobedeciste!” ¡Qué feo espectáculo!
Pero suponga que yo le pido a mi hijito que toque el techo y mientras él se estira y esfuerza por hacer lo imposible, yo me bajo y lo levanto gentilmente hasta su meta. Así es como la Biblia nos muestra a Dios. En cada mandato de Dios está contenido el poder para obedecer.
Por ejemplo, Dios dice, “Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo ” (Levítico 19:2).
También, “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta” (1 Pedro 1:15). Note la palabra “sed”. Cuando Dios creó el mundo Él dijo, “ Sea la luz. Y fue la luz” (Génesis 1:3, énfasis añadido).
Cuando Jesús limpió al leproso, ordenó, “Sé limpio.” ¡Y se limpió! Del mismo modo, cuando dijo, “Sed, pues, perfectos” (Mateo 5:48), el propio poder capacitador está en la palabra divina “ser.” Cuando Dios nos pide que vivamos una vida santa, a veces nos parece imposible de lograr, pero recuerde, cuando Dios nos pide que crucemos un océano sin barca, Él abrirá las aguas o nos habilitará para caminar sobre ellas.
“Porque separados de mí, nada podéis hacer” , expresa Jesús (Juan 15:5). Y Pablo añade “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Amor Perfecto
¿Cuál es, entonces, la esencia de la perfección cristiana? Si miramos al contexto de Mateo 5, Jesús habla de amar a nuestros enemigos. Cuando llegamos al versículo 48 donde Jesús dice, “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” se hace evidente que Él habla del amor perfecto. Encontramos prueba adicional de este concepto en Lucas 6:36, donde Jesús lo expresa en forma distinta: “Sed, pues, misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.”
Así que, ¿ cuál es la perfección cristiana? Perfecto amor y misericordia perfecta. El amor perfecto se demuestra en la disposición a obedecer. “Si me amáis, guardaréis mis Mandamientos” (Juan 14:15). Por ejemplo, Sadrac, Mesac y Abednego amaban a Dios más que a sus propias vidas y estaban dispuestos a entrar al horno ardiente antes de deshonrarlo. Igualmente, Daniel estuvo dispuesto a ir al foso de los leones antes de avergonzarse de su Dios. ¡Aunque este amor es raro, es real y alcanzable para todos los que creen!
Fe en la Victoria
El pecado es más que una sencilla ofensa; es un estilo de vida. Antes de ser rescatados por Jesús, somos esclavos del pecado. Después que Cristo nos salva, podríamos resbalar, pero “el pecado no tendrá dominio sobre vosotros” (Romanos 6:14). Para el cristiano, donde una vez estuvo entronizado el pecado, ahora está sentado Jesús como Rey y Señor en el trono de nuestros corazones.
“No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, para obedecer a sus malos deseos” (Romanos 6:12).
Esto no significa que los cristianos genuinos no cometerán errores. Existen múltiples ejemplos en la Biblia donde lo hicieron. Es por esto que Juan escribió, “Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Pero los errores deben ser la excepción y no la regla.
Este concepto está claramente descrito en un famoso libro llamado El Camino a Cristo (Steps to Christ). El carácter se da a conocer, no por la obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia de las palabras y de los actos en la vida diaria” (p.57).
Durante la Segunda Guerra Mundial, el general Jonathan Wainwright fue capturado por los japoneses y llevado como prisionero a un campo de concentración en Manchuria. Fue tratado con crueldad y su apariencia exterior era la de un hombre quebrantado, golpeado, sin esperanza y hambriento. Finalmente, los japoneses se rindieron y la guerra terminó. Un coronel del ejército de los Estados Unidos vino al campo de concentración y le anunció al general que Japón había sido vencido; que ya era libre y estaba al mando.
Después de oír las noticias, Wainwright regresó a sus cuarteles y fue confrontado por algunos guardias japoneses que empezaron a maltratarlo como lo habían hecho en el pasado. Pero el general, con las noticias de la victoria aún frescas en su mente, declaró con autoridad: “¡Ahora yo estoy al mando aquí y estas son mis órdenes!” Desde ese momento, el general volvió a estar en control.
El general Wainwright había recibido noticias de un poder superior. Actuó por la fe de aquella palabra y ésta se tornó real. Ya no reconocería más la autoridad de sus opresores. Cuando nosotros aceptamos la verdad de que Jesús ahora reina y tiene “toda autoridad” y que permanece siempre con nosotros, ¡también podemos ser libres! “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo. El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá” (Salmos 101:6).
“Todo el que nace de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4).